INVOCACIÓN DE AMOR (poema)
Acaricio tu cuerpo, melodía
profunda, genuina, pura y llena de la gracia primigenia, melodía que despierta
las raíces de lo prohibido en nuestros cuerpos dialogantes al tacto,
reconociéndose furtivamente, desplazando las palabras sobre la piel, las busco,
encuentro poesía en tu cuerpo, beso cada verso, lo tomo en mis manos y siento
como arde en la piel, tu piel arde, me llama como me llama tu boca envuelta en
llamas que se deslizan por esta lengua que habla de ti y susurra sobre tus
piernas, delatándome a beso ante tus pies, mordiendo, tú, fruto del árbol
nacido en el corazón del infierno, muerdo, beso, exploro tus piernas hasta
encontrarme con el oasis de estrellas, tomo en mi boca con mi lengua tu voz,
siento tu corazón latir en mi lengua, néctar bendito, rezo a tu cuerpo, mi
lengua se impregna de tus secretos, y vuelvo a tus piernas, diluirme en
plegarias mientras escucho tu voz atarme entre jadeos y penetrando mi carne; te
busco en el vientre, beso a beso, exploro, sigo, me pierdo en ti, continúo, a beso
firme, beso salvaje, mojándote y mojándome contigo; soy en tu pecho ofrenda,
retiro mi nombre, profano suelo bendito, sagrado, emprendo el viaje en la
melodía puesta de esa caricia inicial, genuina, pura, llena de gracia
primigenia, sintiéndote en la boca, desesperado por ti, sintiéndote en la boca
hasta llegar a tu boca y hablar de poesía a ojos cerrados con las manos
abiertas arrancándonos la respiración, sabernos al desnudez y perdernos,
olvidarnos de la poesía, permitirle todo, devorarnos a cuerpo con cuerpo,
trasvasarnos, sentir tu saliva en mi boca, tu boca con mi saliva, también,
sentirnos lo prohibido derramándose por nuestros labios, sentir ese sabor
maduro, entregado, aceite sagrado para ardernos los pecados; recitarnos al oído
los versos más perversos que la respiración nos entregue; tu cuerpo recibiendo
a mi cuerpo, eclipsándote, en ti, tu templo perfuma, fruto de infierno
penetrado, abriéndome paso al gemido ahogado, yo en ti, contigo, en mí, vienes,
vamos, nos venimos acá, allá, somos el amor, la carne del amor y su cuerpo,
gimiendo en éxtasis, calcinándonos en placeres, nos podemos ni resistirnos a
esto, no tenemos más a dónde irnos, electrificados, sometidos a esta locura
iniciada por aquella caricia sobre ti, caricia plena, entrada, única, melodía
bendita, primigenia que despertó las raíces de lo prohibido, ahora jadeos como
frutos, comiéndonos, salvaje, hambre de nosotros, placer arcano que nos
contorsiona hasta los dedos, nos convertimos en un árbol, entrelazándonos,
gritamos, somos uno, ardemos, estallamos... y la melodía calla, silencio,
sudores suaves, pechos agitados, al amor cae junto a nosotros, también buscando
aire, tomando nuestros rostros para dejarnos en un beso, ser un beso redentor,
calmando nuestros cuerpos, abrazándonos, exhaustos, bendecidos por la melodía
que ahora suave se desplaza, siembra en nuestros la semilla prohibida partida
en dos, mitad en ti, mitad en mí, dentro de nosotros, durmiendo, esperando a
que regresemos a la desnudez, a esa caricia sobre tu cuerpo, regresar, invocar
al amor.
Autor Desconocido |
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