EVANGELIO DEL DESEO (#PoesíaArcana)
I - INVOCACIÓN DE LA CARNE
Tu boca
mordió mi alma
mi carne ha
permitido
la invasión
de tu cuerpo,
he quedado
ante ti, postrado,
un náufrago
del tiempo,
arrodillado
a tu perfume,
un penitente
en el desvelo
de tu carne
y tus placeres.
Néctares se
derriten de tu boca,
inundándome
la vida, el cuerpo,
esta voz que
transita por palabras
para
filtrarse en los poros de tu piel
y nacer en
tu suspiro;
mis manos te
buscan,
encuentran
la humedad en ti
ante el beso
que nos ciega
y mis dedos
andan bañados
en oro
líquido que se funde
con mis
pensamientos,
con tu
perfume entre mis dedos,
rasgando los
hilos del tiempo
e hilar un
velo para cubrirnos el rostro
como quien
cierra esa puerta a la realidad
para
permitir que lo prohibido sonría.
Andar
fervoroso
desde la
respiración en calma
a la
tormenta que nos convoca
en comunión
donde las lenguas hablan su lengua
y nos
descubren lo prohibido,
aquello que
anduvo en el misterio
para
desvelarse ahora a la torpeza de las ropas
que caen
como aves sobre todas partes,
no las
necesitamos ahora;
nosotros,
ahora,
acto
prohibido para profanarnos lo sagrado,
dulcemente
entre las redes de la urgencia y el rezo.
Penitente
ante el desvelo de tus placeres,
se borra mi
nombre debajo de tu lengua,
mi cielo,
tormento divino
donde quiero
estar y hundirme en tu paraíso,
comulgando
el lenguaje de caos junto contigo.
Mi boca en
estertor recibiendo tu beso,
soy cáliz de
tu respiración prohibida
y versos
mojados impíos para beberte,
resguardar
el olvido de mi nombre
con mi
lengua debajo de tu lengua
ante estas
manos ciegas
que nos
depredan las ropas
hasta
hacernos añicos los pudores,
los temores
y las dudas disueltas
ante la
última respiración bendita
antes de
corrompernos en un beso
de umbrales
a lo profano.
Regreso a
mí, me lo permites,
arrodillado
a velar por lo sagrado en ti,
vía de mis
procesiones más indecorosas
con sus
velas carmesí llegando a tu cuerpo,
a esos
detalles donde tu figura
ha sido
visitada por los cuervos de mis ojos para posarse,
fantasearte
en las lejanías
y tender
sobre tu piel los hilos del destino,
robados de
la sagrada rueca para deleitarme en ti,
besar tu
cuerpo con hilos en mi boca,
marcando el
sendero de placeres
y
pensamientos oscuros
donde tu
perfume me despierta mis diablos
que buscarán
a tus diablos
para
librarse en destellos fascinantes
y caer
juntos en el abismo del amor,
permaneciendo,
juntos,
en lo
eterno, más allá del gran sueño.
Tú, fantasía
prohibida vuelta cerna,
carne de mi delirio, mi silencio y mi voz a
ti,
como
ofrenda;
tú, único
cuerpo, religión,
la suma de
mis palabras
ungidas en
los óleos poéticos gobernados
por las
noches y pecados que me abruman la vista;
tú, palabra
en verso arcano
vuelta carne
y, ante mí,
me permites
ser ofrenda sobre tu altar.
Santificado
sea el amor
que me
permite estar en tu presencia.
Nuestra
piel, testigo,
reverencia
los símbolos
que vamos
trazando al viento
sobre
nuestros a tinta de saliva
y de
nosotros, mezclándose,
comunión
nuestra,
tu cuerpo,
mi cuerpo,
archicofradía
de placeres y orgasmos
que claman
sedientos de todo,
exigiendo
ser expuestos, gritar,
ahogarnos en
los dulces néctares
que,
únicamente, el amor puede tejer
entre las
manos de la muerte.
Tu beso
vuelve a morder mi carne,
es
delicioso, ascética decisión,
desprendidos
de todo, aquí,
entregados a
la ceguera de ese beso
que se torna
eterno y nos tiene en ascuas,
ardiendo de
a momentos,
mojándonos
en fuego,
delirando
confundidos por tenernos en todo;
ese beso
concebido
al momento
de cruzar pensamientos
en dulce y
convulsionante pecado.
Ahora, me
trasvaso a mi forma final,
tú,
conviertes tu carne en cáliz y voy a ti,
los ecos de
pecados se entrelazan,
nos unimos,
el amor nos bebe,
escaparon de
nuestros cuerpos los suspiros húmedos
que nos
hacen temblar la carne a increíbles estallidos,
nos decantan
en interminables letanías
hasta
volvernos parte del abismo,
ese abismo
donde decidimos caer en comunión
hasta el
delirio final,
grito antes
del silencio para regresarnos nuestras almas
y
respirarnos, abrir los ojos y tenernos,
estar acá,
bendecidos de amor, liberados del tiempo.
II - CONFESIÓN DE LAS SÁBANAS
Y,
despertamos
después de
ese sueño encarnado,
después del
éxtasis,
con la
mañana anunciada
filtrándose
por las cortinas en velo por la ventana,
como dagas
lacerando nuestra carne.
Despertamos,
nos observamos,
no éramos
dioses,
pero sí
artesanos de las manchas
y fragancias
sobre las sábanas
que nos ha
besado este alba.
Tus labios
ya no destilan ese néctar,
hay sal y
algunas preguntas en tintero,
pero, eso
sí, sigue el amor latente,
sobre todo,
en esa mirada fervorosa
y llena de
pasiones
que me
calman las aguas,
esa mirada
como una nube
eclipsándome
del sol, tú, mi alba.
El cáliz se
ha disuelto,
ahora taza
de café en nuestras manos,
el altar de
diluyó y buscamos nuestras ropas,
debajo de la
cama, sobre las sillas,
algo sobre
la mesa (y la rompimos de un costado),
en el piso,
en la ventana
y nos
percatamos de las rasgaduras
en las ropas
de cama,
calzado
disperso, botones rotos
y músculos
lacerados en dulce,
deliciosa
agonía del recuerdo.
Pensé
regresaría mi nombre a mí,
no es queja,
adoro pensar sigue en ti
debajo de tu
lengua;
dos que
ahora se buscan el dentífrico
y escuchan
noticias,
siendo,
nosotros dos,
los que,
invocados por el amor,
nos buscamos
los pecados
para
expiarnos a tinta de gemido
y caricia
arcana
devorándonos
el alma en lengua de fuego,
perfumados
por incensario
en mezcla de
fragancias amorosas
que sólo dos
conocen,
se respiran,
se han dado...
y ahora,
juntos, buscando jabón.
III -
DULCES PECADORES
El día nos
envuelve,
los relojes
que destrozamos
con los
hilos del amor
hilados de
nuestras bocas,
andan,
reptándonos el día;
en el día,
lo sabemos,
buscamos
excusas para sentirnos, estar,
buscar el
roce de tus dedos
sobre mi
piel, en mi mano:
los ecos del
amor nos susurran quedito.
El amor,
único preceptor,
evoca su
canto, nos llama;
te observo,
te deseo, necesito,
me urges
ahora,
en este
instante sobre nuestros días,
despojarte
ropas y me permitas acercarme,
me invites a
invadirte
y bebemos
juntos las aguas del Leteo,
olvidarnos
de las caricias de ayer,
ser nueva
caricia, destilarnos nuevos pecados,
volver a
vivirlos sin remordimiento alguno.
Nos llega la
tarde;
los ecos de
tu cuerpo escapan, rondan,
siento me
depredan al pasar la tarde,
salivando
los versículos olvidados
en
interminable y exquisita letanía
a cadena
eterna sobre la fragilidad divina
de tu cuerpo
en santo suspiro
para beberme
y resucitar en tu boca.
IV – SACRIFICIO,
ALTAR Y RITUAL
Aquí, nos
encontramos de nuevo,
rezando en
besos para unirnos
en esa
perpetua oración
velada de tu
cuerpo en el canto del orgasmo;
fuera, lejos
de rostros ausentes,
a mar de
tinta carmesí
y fuego para
trazarnos versos como nudos,
atarnos, ser
un rosario
que se reza
a silencios,
suspiros y
cantos
donde el
amor nos toma de la garganta
al beso para
oscurecernos la mentira
y darnos de
beber la verdad
en un
milagro silenciosamente mojado.
Tu cuerpo
altar, plegaria, sacrificio
y ofrenda,
ante el mío,
complementando
el ritual,
somos dos
cuerpos
buscando ser
uno en la boca del amor,
su abismo en
sus deseos incorpóreos e inescrutables,
derritiendo
la blasfemia ante los licores
y néctares
del amor
que sólo tu
cuerpo me brinda,
me das de
beber de ellos por tu mano,
por tus
piernas, de tu boca y caigo en ti,
en el
misterio de ti
donde tanto
he deseado,
tú, te
deseo, deseo convertido en carne,
mil veces y
mil veces regresar a ti, todas,
ser fuego y
ceniza, renacer,
todas las
veces a tu llamado,
acobijado
del sabor
de tu saliva
en mezcla de tu voz;
sacramento
bautismal
este beso
que nos rige,
marca
sendero,
vamos en esa
procesión al abismo,
boca del
amor, vamos a ojos cerrados,
traviesamente
observando de vez en vez,
pero
sintiéndolo todo,
cada palabra
vuelta caricia,
cada verso
vuelto placer.
Como dos
lunas que comienzan a arder,
desnudarse
de su destino,
convertirse
en fuegos
para
pervirtiese en danza oscura.
Palabra,
nosotros, carne
y salmo el
amor, nosotros,
reinos
soñados por el un soñador arcano
que nos ha
dibujado sobre nubes y rayos,
en palabras
granate
sobre el
lienzo de la luz y el tiempo,
suplicando
mayores placeres
para
otorgárnoslos,
su creación
por mano del amor,
teniéndonos
a suplica de gemidos
y jadeos en
gracia
ser dos
cuerpos en uno,
cuna de
todas las bendiciones arcanas,
destilando
licores,
derramarnos
en néctares,
mojándolo
todo.
Santificado
sea el amor,
mil veces el
amor
que me
permite estar aquí, ahora,
nuevamente,
más de mil veces junto a ti;
santificado
sea
y sea mi
penitencia en tu corazón.
Beso,
besarnos, caricias salvajes
como buscar
separarnos los pecados
de la
confesión a jadeos,
mojarnos los
dedos y la lengua, trazarnos,
ungirnos con
nuestra mezcla de óleos benditos
para seguir
llamando al amor,
nos
descarne, alivie nuestra carne
y se
escriban paisajes deliciosos, primorosos,
llenos de
altas gracias
como un
reflejo puro
sobre la
claridad inmóvil de un lago
y ser
profanado por nuestros diablos,
rasgando en
gemidos
con tu
nombre en mi boca,
mordiéndolo
con la ferocidad
de los
placeres que me crecen debajo de la piel,
endureciendo
mi cuerpo
para ser tu
cuerpo,
penetrar el
misterio de ti
y llegar a
tu corazón
por un
suspiro sordo
que beberé
cada gota.
El orgasmo
comienza a
reptarnos por el alma,
lo sentimos,
nos deforma la voz,
se escurren
las palabras
como lo
hacemos con nuestros cuerpos,
nos miramos,
esa mirada interrogante,
¿lo
escuchas?
¿también lo
escuchas llegar?,
en malograda
danza, torpe,
violenta y desnuda,
nos tenemos,
abundamos en
nuestro andar,
comunión
salvaje de jadeos
donde
escuchamos al orgasmo acercarse.
Agitados,
todo se incendia,
todo es
fuego,
los muros,
el piso,
las
cortinas,
las ropas,
todo,
todo es
fuego
y con él
nosotros,
a cenizas...
El silencio
se rompe,
respiramos,
buscando
desesperadamente el aire,
regresamos,
todo renace de estas cenizas,
el amor
sonríe,
grita en
jubilo desde su trono sagrado,
admirándonos,
su creación,
andar en la
locura
y la gracia
de su mano.
Tú, siempre
tú, conmigo,
ahora,
observándonos,
ese reflejo
perturbado
sobre el
lago del destino y del tiempo se calma,
pone su mano
sobre nuestros pechos,
nos
reflejamos al mirarnos,
tú y yo, nos
tenemos,
mirándonos
como estatua áurea,
con el amor
latiéndonos en la sangre,
extremaunción
liberándonos los pecados
que
necesitamos volver a pecarnos,
regresados a
esta nueva vida, renacidos,
para
tenernos ahora,
juntos en
esta travesía final
y misteriosa
llamada vida,
llamada
siempre.
V -
COMUNIÓN SAGRADA
Mi alma y tu
alma
nos
mordieron la boca, la carne, la voz;
el corazón
nos permitió,
juntos,
náufragos del tiempo
abrazado a
tu perfume de serpiente,
tomando tu
mano sin soltarla
siendo el
amor
a su imagen
y semejanza.
Santificada
seas tú, yo y el amor.
POEMA: Evengelio del Deseo: los amantes.
Autor: Luis Antonio González Silva (@cuervocaos)
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