ESCRIBO UN POEMA (poesía)
Escribo un poema y arde mi mano.
Mi cuerpo se envuelve en la plegaria del fuego, descarnando mi voz, comienzo a
llorar con todos los motivos, soy excusa, puente y tinta. Quedo a merced de la
poesía, entra furiosamente por la puerta, buscándome como una serpiente, soy su
presa; me encuentra a deshoras porque siempre es el tiempo de ella y no el mío,
ni el de los hombres y de las mujeres, ni de los relojes, tampoco, del cosmos;
me muerde, su veneno entra palpitando con la furia del silencio, estalla en mi
corazón, se contiene en mi pecho y mi voz ya no es mi voz, vibra hasta llegar a
mi mano y, en un acto fantasmal, soy una marioneta que observa los hilos
mientras rasgo papeles, sintiéndolo todo en una suerte de malegría y éxtasis a
lo místico. Satisfecha, la poesía abandona mi cuerpo, toma la forma que mejor
le plazca, se marcha como una tormenta, destruyéndolo todo, dejando su marca,
su huella, dejándome a la suerte de mis emociones, herido de poesía; me pongo a
rezar un rezo no aprendido, comienzo a arder desde mi mano, volverme cenizas,
suspirado a viento, abrir los ojos y verme a mí como en un sueño, renacer entre
las lágrimas. En cada poema muero y renazco, un ciclo doloroso que sólo
aquellos, pocos, saben de estas palabras... mientras ojos alegres, llenos de
dicha, con sus manos tan en vida y sonrisas en la cara, leen gustosos esas
palabras.
Imagen: Autor desconocido |
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