C33tv
Oigan,
creo que he descubierto algo importante.
No
sé cómo darle forma a esto; llevo unos minutos caminando en círculos pensando
en qué pasó, qué pasó aquella vez. Estoy nervioso, lo confieso; inicio así,
nervioso. No recordaba casi nada de mi infancia, mejor dicho, no debí hacerlo.
Internet
es un lugar muy aburrido si no sabes qué buscar, es raro que diga esto, pero
estoy seguro que, a más de una persona, les ha pasado. Ayer en la noche mi amigo
Víctor me contactó preguntándome por el canal de televisión 33, como soy 7 años
mayor que él, quería saber si en algún momento lo había visto. Mi primer
impulso fue responderle a ese tono amistoso y fuerte que tenemos, pero quedé
mudo. Algo dentro de mí dictó que era un momento serio, que dejará esas
juegaditas a un lado. Sentí que mi pecho comenzaba a respirar más rápido:
C33tv, sí, letras rosas con verde en un círculo morado. Fue lo que pude decir.
Si ahora lo pienso, era un emblema muy al estilo de los noventas, hasta podría
ser cliché. Le pregunté por ello, Víctor respondió que encontró en foro chan
donde hablaban de la programación nocturna pasando la medianoche en ese canal.
Tuve la sensación de solo responder con un frío “no lo sé” para ocultar que mi
espíritu tenía sed de respuestas. Después de algunos posteos descritos por
Victor, me atreví a decirle: “Quiero ver el foro, creo recordar algo”.
Encendí
un cigarrillo, comencé a tomar café de la taza de una manera sincronizada entre
bocanadas y sorbos, era algo automático, solo para distraerme un poco esperando
el acceso al foro. Recordé esa noche, la noche del 17 de abril de 1992, sí, la
noche en la que mi hermano se electrocutó con un desarmador y papá y mamá
fueron al hospital; dijeron que la abuela llegaría a cuidarme, que ya venía en
camino. Estaban entrando las diez de la noche, lo recuerdo, comencé a recordar
esas cosas, la llamada de la abuela avisando que tardaría un poco más en llegar,
el neumático del automóvil se pinchó y el repuesto estaba roto, me habló desde
el taller mecánico, vulcanizadora mejor dicho, dijo que me hablaría cuando
estuviera en camino o cada 30 minutos; me pidió que cerrara todo, puertas,
ventanas, que me asegurara de la llave del gas, que fuera por una linterna y me
mantuviera tranquilo viendo televisión; recuerdo haberle respondió que mis
padres no les gusta que vea tv pasando las once, pero la abuela me dio permiso
y sentí alegría, tenía su permiso.
Hice
todo lo que me pidió la abuela, todo en orden. Encendí la televisión y a esas
horas entre semana no había mucho qué ver, solo noticieros y películas en
blanco y negro muy viejas; la abuela llamó nuevamente, dijo que ya tenían
listas las llantas, ya venía en camino. Me quedé sentado frente al televisor,
la programación había terminado, se escuchó el himno nacional y recuerdo haber
pasado por todos los canales y estaba la misma pantalla de fin de
transmisiones; comencé a jugar pasando canales para ver cuál terminaba primero
de cantar, así fue como llegué al Canal 33.
El
programa pasando medianoche era un infomercial de una jarra que separaba cosas,
como si tuviera una red coladora, una jarra que servía para leche y bebidas
frutales; recuerdo que de niño me daba mucha risa la sobreactuación de esas
personas, luego pasaba mis días diciendo sus frases en tono histriónico;
recuerdo la escena en la cocina, el tipo, con suéter azul y pantalones blancos,
Steff, sí, Steff, recuerdo su nombre, lo dijo varias veces y el otro tipo le
hacía ver su torpeza al rematar las frases con su nombre “¡Ay, has hecho un
desastre, Steff!” cuando tiraba la leche o baldes con agua, algo, ahora que lo
pienso, estuvieron a nada de apodarlo Steff el tonto, o el bufón. Todo eran risas hasta que Steff se quedó
serio, no respondió y la mirada la dejó caer al piso; el staff y su otro
compañero le repetían su nombre y no reaccionaba, parecía que era un programa
en vivo; me puse a pensar en ello, si era un infomercial en vivo. Cuando se
acercaron, Steff buscó la cámara encendida y la miro fijamente, ese tipo,
Steff, dijo mi nombre, sí, dijo mi nombre y pidió que no me moviera ni cerrara
los ojos, que no lo hiciera, lo dijo 3 veces hasta que una pantalla de fallas
técnicas se hizo presente, ahí estaba el emblema de C33tv, de ahí se grabó en
mi mente para luego ocultarse por años. No sabía qué hacer, me quedé sin
moverme, pasaron unos segundos y la pantalla de falla se fue, el infomercial
continúo como si nada hubiera pasado. Escuché la puerta principal, no sabía si
moverme, si gritar, no, no sabía, estaba muy asustado, pero escuché la voz de
la abuela diciendo mi nombre, preguntando dónde estaba. Fui hasta ella y la
abracé, pidió saber qué pasó y le respondí que vi una película de monstruos;
luego ella, en su inmenso amor, pidió que fuera nuestro secreto.
Procedí
a leer las entradas de ese foro, la enorme mayoría relataron sus experiencias
al mirar el canal 33 pasando medianoche, justo después de truncar el himno
nacional; eran cosas raras, desde mensajes e imágenes escalofriantes, pantallas
de fallo que tenían sonidos metálicos, fragmentos de películas con una lengua
ininteligible, hasta que uno de los cibernautas comentó que él y su hermanita
estaban viendo un infomercial de un limpiador de pisos y que la mujer se giró a
verlos para pedirles que no se movieran, pero su hermanita se asustó y se echó
a correr, luego escuchó el sonido de un perro, algo grande en cuatro patas,
oscuro, corriendo detrás ella, gritó, las luces se encendieron y sus papás
bajaron, vieron el piso con marcas de sangre y pisadas de algo, un animal,
algo. Esa noche buscaron por todo el vecindario, en muchos lados, por varios
años, nunca encontraron nada de su hermanita y la sangre encontrada en el piso
correspondía a ella.
Sentí
un sudor frío recorrer mi nuca. Recordé que esa noche del 17 de abril de 1992,
desperté un poco inquieto para ir al baño y escuché a la abuela rezar afuera de
mi habitación, sentada en una silla, con un rosario en mano y un martillo a un
lado, me acerqué a ella, pregunté por qué seguía despierta rezando y me
respondió que lo hacía por mi hermano, para que todo estuviera bien y que
rezaba por mí también para protegerme y el martillo para espantar al monstruo
de la película que dije haber visto. Tomé el teléfono celular y le mandé
mensajes a mi padre con una historia falsa para saber de ese día, de esa noche;
mi padre me respondió que mi hermano estaba muy bien, solo que, por la hora, no
podían darle un alta enseguida, por eso se quedaron a cuidarlo, pero estaba bien
recién entró al hospital y lo atendieron; pregunté si mi abuela lo sabía, mi
padre respondió que sí, que pasando medianoche le habló para notificar que todo
estaba bien.
Las
manos se me helaron, la abuela sabía que había algo esa noche, por eso se puso a rezar y no durmió, vio algo, algo estaba ahí y se puso a rezar afuera de mi
habitación y el martillo no era por la mentira que le dije de esa película de
terror, ella vio a esa cosa, ella no durmió para protegerme de eso.
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#CrónicasAnalógicas
Luis
Antonio González Silva (@cuervocaos)
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