LA CARTA QUE ESCRIBÍ DE NIÑO
Encontré una carta entre las
páginas de algunos libros viejos que estaban arrumbados en esas cajas de
cartón, polvorientas, con aromas a días de olvido. La carta estaba muy doblada,
algo de la tinta esparcida, aunque legible, bastante legible. Era una carta que
me escribí cuando tenía unos 8 años, según la fecha; no la recordaba. Me
escribí al futuro, es decir, a mí, hoy, yo, adulto ahora...
Sin leerla, la dejé en ese
libro, no quería leerla. Comencé a recordar el momento de escribirla; sudor
frío comenzó a recorrerme la frente, busqué mi cajetilla y encendí un
cigarrillo para calmarme, sonreí, recordé que en esa carta ponía algo sobre
consumir cigarrillos, que tuviera cuidado con ello. Seguí fumando.
"Comencé a recordar
tanto" me dije en un suspiro y enorme bocanada. Pasé varias veces mi mano
sobre ese trozo de papel, abrir el libro, cerrarlo. "La carta que me
escribí de niño". Lo repetí un par de veces suspirando.
Leí, de golpe, sin más espera.
Empecé a leer recordando algunas cosas; de niño me hice varias preguntas
esperando poder resolverlas, incluso, de niño le pedí a Dios protegerme. Detuve
un poco la lectura para echarme hacia atrás en la silla, ponerme las manos en
la cara y frotármela, aunque dejara en mi piel un poco del aroma a cigarrillos
y polvo por estar excavando en el pasado.
Tenía ganas de llorar, recordé
todo, me recordé de niño. Lloré, lloré ahí en esa silla, sobre el escritorio, alejando
aquella carta y enfocándome en llorar. Con las manos me limpié los ojos, suspiré
profundamente, giré esa hoja de papel amarillento, como un animal al acecho,
encontré con la mirada mi pluma fuente, la sumergí en el tintero para
responderme…
“Hola… ha pasado tiempo.
No nos ha ido mal. Sin
rodeos, contestaré a tus preguntas, iré al grano:
No estabas loco, era
real. Encontré la manera de contenerla. Tuve la fortuna de aprender algunas
cosas, de las cuales, no voy a entrar en detalles, no hace falta, pero aprendí un
par de trampas y las usé contra ella, está aprisionada en un libro, no te diré
cual es, tampoco es necesario y no quiero hacerlo. Costó mucho trabajo hacerlo,
tengo miedo de que se libere y descargue su furia; sí me preocupa, pero tengo
un plan de respaldo. Deseo funcione. No sé si ayudaste con tu plegaria a Dios,
pero creo tuvimos suerte. No olvidé la tortura de ella, no olvidé, no apagué
esos recuerdos de cuando la vimos por primera vez, de cuando se filtró en nuestros
sueños para perseguirnos, de sus palabras, las heridas al despertar, tenía muy
presente esos días y esas lágrimas, aquel dolor. Cada día la recordaba, cada
día me hacía más fuerte, cada día aprendía más para buscar eliminarla y vengarnos.
Hubo un tiempo en que nos dejó en paz, tal vez encontró a otra persona, pensé
fueron delirios, pero ella regresó el día de nuestro cumpleaños veintiuno; no
diré cómo fue eso. Cubrí las heridas de sus garras con algunos tatuajes, se pusieron
de moda, no son mal vistos ahora; al menos esas marcas quedaron bien con la
tinta, no dolió tanto, en comparación con lo que ella nos hizo, no dolió tanto
hacernos los tatuajes. Han pasado algunos años desde apresarla con ese hechizo,
tenías razón, un fuego que no es fuego para marcar un símbolo, un cigarrillo
encendido para dibujar en el viento. Sonríe
tranquilo, la hemos aprisionado. A veces la escuchó gritar, pero voy al libro y
sigue sellado; no lo tomes a mal, ese temor nos mantiene alerta, no está de más,
¿no? Por otro lado, ya nos gusta el café sin azúcar y aprendimos a usar el
fuego. No te preocupes, no hemos lastimado a nadie por accidente y nadie sabe
de lo que hacemos, sería peligroso revelarlo. Lo siento, aún no sabemos usar el
Círculo alquímico del Rey Cakntor, pero sí tenemos su libro, no diré cómo lo
conseguimos…
y tampoco hemos aprendido a pilotear un varitech Vf-1 Valkyrie. Ah, sí tenemos
nuestro tótem guardián, sí, es lo que dijiste.
Puedes dormir
tranquilo, ya no te perseguirá en sueños y hemos cazado a muchos malditos, bastantes.
Todo está bien.
Cuídate.
Atentamente: tu yo de
este futuro”
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